Nos gusta sufrir a mares.
Sentir las cosas lejanas como luchando hasta llegar a lo imposible.
Nos gustan los vacíos internos,
los mundos bizarros,
los paralelos,
las miradas largas,
los pasos flacos;
uno que otro semáforo en verde porque siempre elegimos los rojos y elegimos las canciones que lloran y sonríen tristes porque nos recuerdan.
Nos gusta sufrir a mares y a ríos. Sentir que el alma vuela, que el corazón vuela o que un pedacito de corazón vuela cuando ellas o ellos o alguien se va esfumando.
También nos gustan esas huellas de lirio
y el olor a esas huellas de lirio colgando
y el color de esas huellas de aquellos pies que se van marchando
porque nos recuerdan.
Yo no entiendo el porqué, pero nos gusta sufrir a mares y a ríos y a lagos salados de nuestras lágrimas.
Somos los que desde una ventana respiramos la espina incolora del viento y la fotografíamos para el álbum repleto de vida.
Nuestras pestañas diminutas se tocan, se abrazan y se besan porque nuestros ojos cerrados están llenos de estrellas y diamantinas.
Y no jugamos. (Aunque siempre queremos jugar.)
Nos embobamos soñando en que si pasa o que si no.
Bordamos el tal-vez sobre una espalda eterna o sobre una tarde (que es lo mismo).
Grafiteamos el beso del hubiera en un helado o en la mano (que da igual).
Fundimos nuestros huesos con todos los huesos que quizá existan y quizá no.
Nos gusta sufrir a mares y a ríos, a lagos y a veces, hasta a charcos porque somos venidos de las piernas nocturnas de la Luna. Y la noche nos mira como a sus hijos de neón. Y a veces, cuando nadie nos está mirando, las calles recorren nuestros cuerpos celosas de la orientación exacta de nuestros lunares.
Somos venidos de las venas solares de un poeta aún no nacido y necesitamos del pretexto para iniciar la pelea, necesitamos del más mínimo roce del pretexto ideal para enardecer las miradas y a todas las bocas con todos sus dientes y toditas sus voces de sal y abeja.
Y todos los libros nos buscan porque hemos sufrido y guardamos historias de tierra infinita. Tenemos dedos largos de semillas que explotan. Y sufrimos.
Sufrimos a mares y a ríos. Sufrimos a lagos y a veces, hasta a charcos y gotas de lluvia o de miel sobre grandes heridas de fe y de arena.
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