lunes, 2 de enero de 2012

The alive people

Nos gusta sufrir a mares. 
Sentir las cosas lejanas como luchando hasta llegar a lo imposible. 
Nos gustan los vacíos internos, 
los mundos bizarros, 
los paralelos,
las miradas largas,
los pasos flacos;
uno que otro semáforo en verde porque siempre elegimos los rojos y elegimos las canciones que lloran y sonríen tristes porque nos recuerdan.


 Nos gusta sufrir a mares y a ríos. Sentir que el alma vuela, que el corazón vuela o que un pedacito de corazón vuela cuando ellas o ellos o alguien se va esfumando.
También nos gustan esas huellas de lirio 
y el olor a esas huellas de lirio colgando
y el color de esas huellas de aquellos pies que se van marchando 
porque nos recuerdan.


Yo no entiendo el porqué, pero nos gusta sufrir a mares y a ríos y a lagos salados de nuestras lágrimas.
Somos los que desde una ventana respiramos la espina incolora del viento y la fotografíamos para el álbum repleto de vida. 
Nuestras pestañas diminutas se tocan, se abrazan y se besan porque nuestros ojos cerrados están llenos de estrellas y diamantinas.
Y no jugamos. (Aunque siempre queremos jugar.)
Nos embobamos soñando en que si pasa o que si no.
Bordamos el tal-vez  sobre una espalda eterna o sobre una tarde (que es lo mismo).
Grafiteamos el beso del hubiera en un helado o en la mano (que da igual).
Fundimos nuestros huesos con todos los huesos que quizá existan y quizá no.


Nos gusta sufrir a mares y a ríos, a lagos y a veces, hasta a charcos porque somos venidos de las piernas nocturnas de la Luna. Y la noche nos mira como a sus hijos de neón. Y a veces, cuando nadie nos está mirando, las calles recorren nuestros cuerpos celosas de la orientación exacta de nuestros lunares.


Somos venidos de las venas solares de un poeta aún no nacido y necesitamos del pretexto para iniciar la pelea, necesitamos del más mínimo roce del pretexto ideal para enardecer las miradas y a todas las bocas con todos sus dientes y toditas sus voces de sal y abeja.
Y todos los libros nos buscan porque hemos sufrido y guardamos historias de tierra infinita. Tenemos dedos largos de semillas que explotan. Y sufrimos. 


Sufrimos a mares y a ríos. Sufrimos a lagos y a veces, hasta a charcos y gotas de lluvia o de miel sobre grandes heridas de fe y de arena.

To the Tringolingo* and beyond


=Yo te amo de aquí a donde llegas y desconozco ese lugar.=
Tu olor me cala hasta el hueso de la espalda que no pronuncio porque no sé pronunciar, que no escribo porque no sé cómo se escriba pero hasta ahí llegas más o menos. 
Más cerca del infinito que todos los infinitos posibles.
Más cerca de mis latidos que todos los corazones posibles.
Más cerca de la duda que todas las incógnitas posibles.
Más cerca del calor que todos los cuerpos posibles.


Y no es tu risa, no son tus ojos ni siquiera tus manos o aquel gesto de gato curioso que sólo en ti encuentro. 
Sino eres tú. Eres tú quién ríe y mira sonriendo o llorando y posee esas manos de cera chistosa y la capacidad de hacer gestos (de gato) que nadie más conoce.


Por eso me llegas hasta las venas, hasta los ojos y a la garganta.
Llegas al Tringolingo (y más allá) y yo te amo porque me llegas hasta los hombros, 
hasta el cuello y el ombligo y siembras montones de flores a cada paso.
Y luego, te sigues a mis uñas, a mis dedos y a mis pies. Continuas en los labios y en mi cara. Me conviertes en un jardín repleto de ganas y caricias perdidas y yo ya no sé ¿Qué rumbo tomas? ¿Hacia dónde vas? ¿Hasta donde llegas que te amo? Pero ya no quiero saberlo. Detente. No te apures. Yo no te lo pregunto. Haz lo que tú quieras.

*Yo tampoco conozco el Tringolingo.

FELIZ AÑO