miércoles, 30 de marzo de 2011

The first awakening

La primera vez que desperté, tenía 8 años. La maestra había salido del salón de clases por unos momentos y ocurrió lo típico que pasa en las primarias. Los compañeros enseguida se pararon de sus lugares y empezaron a jugar, no dudaron en hablar de películas, caricaturas y cosas entretenidas para nosotros (en ese entonces) mientras alzaban cada vez más la voz que sinceramente, a veces se convertían en gritos:
Por ejemplo: 
Charla A
-viste Bob esponja anoche?- 
-Sí, me encantó el capítulo donde Bob Esponja come cebolla y le apesta la boca así que, toda la gente huye de él y el piensa que es feo-
-Jajajajaja, sí lo ví! Está buenísimo, y que tal el de....-


Charla B
-Quién ganaría si ponen a pelear a un oso contra un cocodrilo?-
-Yo digo que el oso... es más peludo-
-Naa, la verdad el cocodrilo es mejor porque es verde-
-Yo creo que un hipopótamo por gordo-
-ammm.... estamos hablando de osos contra cocodrilos.-


Charla C
-A qué sabrá la poción multi-jugos de calabaza?-
-No sé-
-A lo mejor... a calabaza.-


Sí, este tipo de pláticas eran las que yo solía tener en ese entonces con mis compañeros. En fin, la primera vez que desperté, tenía ocho años y estaba jugando a "los encantados" con mis amigos. Iba corriendo entre las bancas (que se supone eso no se debe hacer) cuando de pronto sentí una pequeña mano que me tocó la espalda. Inmediatamente quedé petrificada justo enfrente de una ventana y mientras esperaba con el cuerpo engarrotado como una estatua a alguno de mis cuates para que me "desencantara", me quedé mirando el cielo que en aquel entonces, se lucía más limpio, más azul y cristalino, mucho más brillante... 
Y entonces terminó un sueño, el más eterno quizá, el primero tal vez...
En primer lugar, no le encontré sentido a "los encantados", no supe porqué después de un largo tiempo seguía como estatua en una posición verdaderamente incómoda e intentando, a toda costa, no realizar ni el más mínimo movimiento para no perder el juego (en este momento eso me parece divertido y me hace reír bastante jajaja, pero bueno, en ese momento, simplemente no le encontré sentido). Después, los vi a todos como si fuese la primera vez que los hubiera encontrado en mi vida, cada quién en su "onda", hablando de Bob esponja, jugando, leyendo, riendo, bailando... y me sentí tan ajena al mundo entero. No supe si fue el cielo de aquel día y el instante perfecto en el que el sol matizaba los árboles cercanos y las nubes más enormes  y esponjosas flotaban justo en ese momento sobre el inmenso cielo o quizá, fui yo quien abrió la puerta, sin ninguna intención, a la magia que hay en cada instante.  
Después de ese momento, hasta estos días, he tenido la sensación de que vivo sumergida en un eterno sueño. Como en una especie de burbuja infinita que contiene muchas más burbujas finitas que explotan cada que despiertas, pero que sin embargo, jamás logras despertar por completo y por lo tanto, sigues en esa inmensa burbuja infinita. 
Es un tanto complicado de explicar. Es una sensación que no debe compararse con el sueño que se tiene cuando hay cansancio, cuando hablo de sentirme dormida no me refiero a la sensación de sentirte perdido, aunque algunas veces también va de la mano. Me refiero, al darse cuenta. 
El cielo siempre ha existido, incluso mucho antes de que yo naciera. Y muy seguramente, su paisaje ya era hermoso desde antes de que yo lo descubriera. Pero yo no me di cuenta, hasta ese día. 
Ahora pienso que acarreo la gracia o desgracia de vivir todos los días con esa sensación, estoy condenada al querer despertar y es que, a veces pienso que soy un sueño, que todos lo somos y que podemos desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Somos un instante suspendido en algún punto indefinido del Universo. Tal vez un pensamiento que flota en el cerebro de alguien más o la idea vaga de una historia jamás escrita. Somos en un rincón del infinito esperando a ser descubiertos, somos un sueño y no lo sabemos porque también estamos soñando. Porque nuestros ojos ven nuestro mundo y no el mundo que es.
Entonces, ¿Qué somos? 


El día de hoy, fue un día extraño. He de confesar que me fui de vaga y apenas, no hace mucho, creo que comienzo a volver a mi misma y he vuelto a escribir. Tuve una serie de sentimientos encontrados de una manera tan extraña que deseé por unos momentos, no tener ninguno. Pero la verdad, ¿valdría la pena? ¿Sería capaz de ser el único ser humano que no conociera la tristeza? ¿En verdad, tendría el coraje de  aceptar la inmunidad a los sentimientos? Creo que no, no sería tan cobarde como para no atreverme a vivir la vida, para estar muerta mientras siga respirando y entonces sí, verme perdida.


Hoy que aún siento que no existo,  que nada de lo que pasa en verdad ocurre, que mis ojos hinchados buscan mirar de nuevo y que todo lo que toco se desvanece, comparto esta entrada que no es más que un instante. El primer instante de muchos otros. Es el recuerdo del día, este que me hace volver y darle prioridad a otras cosas. Comparto este momento que me hizo despertar y darme cuenta que quizá yo no soy la medida de todas las cosas y que mi mundo fantástico lleno de magia y literatura, no es la verdad absoluta. Tal vez a ustedes les sea útil o simplemente les agrade leerme como alguien que escribe ciencia ficción y que al parecer sea fan de Paulo Coelho. (jajaja)