domingo, 16 de octubre de 2011

Death for a day

= La Muerte y mi nombre llevan la misma inicial, grande y mayúscula, sobre la frente =


Un día cualquiera y el cielo apetece comerme.
12°C por la mañana.
Ropa gris.
Sweaters de colores.
Todo un clóset blanco que me espera y un par de cobijas que me piden entre sueños, casi intangibles, dormir un poco más.
                      6:15 am y aun no amanece.


Pasta dentrífica sobre mis dientes.
Los dedos de mis pies dentro de las pantuflas que nunca he tenido.
Una voz frente al espejo,
                                        un susurro,
                                                             un bostezo.
El boceto de alguna idea parada sobre dos piernas.
Un par de ojos perdidos en algún lugar.


Y todo pasa pero hoy,
                                    será mejor el olvido....


Un papalote de recuerdos transparentes bajo la lluvia.


Oscurécete. Hazte pequeña, diminuta. 
Date prisa para la escuela.
Toma leche, chocomilk, cholate. 
Usa un gorro, no te peines porque hace frío y el frío se guarece en las orejas  y hace nidos. 
                        Teje estrellas que ensordecen luego.


                                                 Toma todo. 
                                 Recuerda las llaves. 
                     La tarea.
     Cierra todo. 
                      Date prisa. 
                                           Sal a la calle.


Un par de Convers rosas sobre la ciudad y en todas partes.
En el césped, en los chicles y las alfombras. Pisando cemento húmedo donde las huellas.
Y no soy yo quien los mueve mientras caminan.
 No es un cuerpo sutil e indiferente.
       No es un bulto sinuoso de largas sombras bajo la luna.
             No son mis piernas ni mis uñas. Ni mi piel de fantasma dominguero.
                  No son estas manos quienes señalan ni mis cabellos quienes dirigen.
 SOY la mente.
La mente de quién o de dónde, no lo sé.
Pero soy la mente.
La mente de no sé quién desde hace siempre.


Y así transcurren horas. Y así otro día comienza. Otro día que amanece hambriento de mi y apetece comerme.
Todos le llaman vida, yo prefiero no llamarlo con ese nombre. Prefiero ignorarlo en la monotonía total.
Todos le llaman aire y hoy, como casi nunca, prefiero sólo respirar sin percibir olores.
Prefiero respirar sin recordar las grandes avenidas de México y la gente de México y su basura y sus autos y su tráfico y el maldito smoke...


Sólo por hoy espero la noche. Sólo una noche.
Abotonados mis abrigos aguardan para mañana. Quizá se me ocurra usar alguno. ¡O usarlos todos! O guardarlos para Navidad. Tal vez para Año Nuevo.
Nunca amanezco tan indiferente.
Nunca guardo silencio cuando algo o alguien quiere comerme.
No es mediocridad, es cansancio. Es sólo un día.
Que se mueva el mundo y su gente.
Que siga la tarea y las clases.
Que aun crea la gente en la gente o que no crea.
No soy indiferente.
Amanecí cansada.
Que me coma la Luna esta noche.
Que me devore alguna estrella.
Que me lleve la muerte por un día y me devuelva como siempre más viva.

(Este es otro escrito que está en reparación)

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